La Cooperativa Olivarera San Isidro y el Ayuntamiento de Periana presentan la Primera Ruta de Olivos
La ruta de 8,5 km y un desnivel acumulado de 250 metros recorre los parajes más bellos de Periana y la zona de auténticos olivos milenarios y monumentales, de los que además se extrae el producto insignia de Aceite Verdial Periana, El Milenario.
Es una ruta balizada y señalizada como SL-1, es decir, sendero local. En las balizas o postes de madera colocados en los cruces de caminos, se ha impreso un código QR por el que los visitantes, a través de un smartphone podrán conocer su situación respecto de la ruta.
Las rutas a través de los olivos milenarios y monumentales no son nuevas en Periana. De hecho, los vecinos de Periana llevan años celebrando cada nueva temporada de recogida de la aceituna con una excursión por esos caminos que han usado y usan los agricultores para ir y venir de sus hazas, y en cada una de ellas Antonio López y Rafael Núñez cuentan historias y anécdotas antiguas y modernas.
En una de ellas Antonio López, que ha sido pastor, maestro y presidente de la cooperativa San Isidro, y también guía por los caminos y senderos de Periana, cuenta como el olivo era un miembro más de muchas familias a cuyo alrededor se descansaba y jugaban los niños.
Así, la ruta arranca en Periana desde su céntrico ayuntamiento y su nueva plaza que deleita a los ojos de los que esperamos con unas impresionantes vistas del valle de La Viñuela, con el embalse como protagosnista, que refleja el azul del cielo, y al fondo, el mar mediterráneo. Precisamente, los vecinos de Periana nos dicen que los habitantes del valle tienen el embalse pero “nosotros” tenemos las vistas.
De Periana, dice la leyenda que en la época árabe, fue una Alquería donde hubo dos asentamientos defensivos, uno en la cuesta de Santana y otro más al sur Pereiro, que dieron origen a su nombre. Entre uno y otro se localizaba un gran prado, que en principio servía de abrevadero y descanso de los animales, que no sería ni Pereiro ni Santana, simplemente Periana.
Si bien la historia de Periana es relativamente moderna, la zona ya era conocida en época de romanos como “Bilo”, con B, que significa “pilar de agua, pilón” en alusión a los baños medicinales que existían, conocida hoy en día como Baños de Vilo, ahora con V por el paso el tiempo. Posteriormente, fue lugar de alquerías moriscas por su abundancia de agua, un clima benigno y de paso estratégico a través de las sierras hacia Vélez y el puerto de Málaga. Precisamente fueron las sierras de Alhama, Almijara y Tejeda las que pudieron ayudar a frenar el avance de las tropas cristianas, hasta que finalmente fuera reconquistada en Septiembre de 1485.
No podemos dejar Periana y comenzar nuestra ruta sin conocer un hecho que hizo famosa a la localidad axárquica.
Las crónicas cuentan que el día 25 de Diciembre de 1884 cuando faltaban diez minutos para las 9:00 de la noche, la tierra explotó en Periana y los perianenses se tiraron a la calle esquivando las grietas que se abrían y eludiendo los muros de las casas que se desplomaban. Corrían y corrían y no sabían a dónde, algunos incluso llegaron a Riogordo y Colmenar. De las 506 viviendas del núcleo urbano fueron destruidas 158 y del diseminado 191 fueron destruidas 164. También fueron convertidos en escombros la Iglesia, el Ayuntamiento y el Cuartel de la Guardia Civil, edificios que se encontraban en la llamada Plaza de la Constitución. Para más inri a finales de diciembre se produjo la nevada más fuerte jamás conocida en la historia de esta zona.
El 18 de Enero de 1885 visitó Periana Alfonso XII para conocer el alcance la catástrofe y cuantificar los daños, entregó a cada enfermo 75 pesetas y otorgó importantes donativos. Cuando otros países tuvieron conocimiento de la noticia también enviaron importantes donativos y materiales para comenzar la reconstrucción del pueblo.
Con estas historias, partimos de Periana hacia la rotonda de entrada de esta localidad hacia la “Estación de Periana”, un cruce de caminos de varias rutas, sendas y senderos donde solía estar la estación del tren que unía Málaga con el interior de la Axarquía y hacia Zafarraya. Cogemos el segundo camino de terrizo para ascender hacia el camino de Zafarraya.
Desde aquí nos dirigimos a la aldea de La Muela cogiendo el desvío que aparece a nuestra derecha que nos lleva al mirador junto a la fuente que servía de abrevadero a las bestias, presidida por la Virgen del Carmen. La Muela debe su nombre a la formación de su terreno escarpado, una aldea en auge por su cercanía a Periana, donde conviven tanto antiguas como nuevas construcciones.
Subimos la cuesta que nos vuelve a dirigir al camino de Zafarraya y divisamos el Boquete del mismo nombre, flanquedo por las sierras de Alhama, Almijara y Tejeda con sus picos escarpados, y a ambos lados nos acompañan extensiones de diferentes tamaños de olivos, viejos y jóvenes, salpicados por frutales y chumberas. Para aquellos que quieran realizar un descanso tras la subida, la naturaleza nos ofrece una parada en una pedriza modelada por el tiempo y el agua, que sirven de base para los olivos que dan buena sombra. Estamos en la zona de Cortijo Blanco, que debe su nombre al resplandor que desprendían las paredes encaladas de su único y gran cortijo; y hemos caminado 3 kilómetros y medio, desde unos 538 metros a 720 metros de altura sobre el nivel del mar.
Incluso es un lugar ideal para tomar un típico desayuno molinero que también sienta y tanto gusta, a base de café con leche y sobre todo, y que no falte, el aceite verdial de periana “pringao” en el pan y acompañado de gajos de naranja y tiras de bacalao.
Dejamos Cortijo Blanco descendiendo por el camino de Zafarraya sin dejar de disfrutar de las impresionantes vistas que las sierras nos ofrecen, y a quinientos metros aparece a nuestra derecha el desvío al camino de terrizo que tenemos que coger flanqueado por un solitario olivo que señala el cruce del camino.
Cruzamos varias fincas y hazas, y el arroyo de la Zorra, donde se encuentran olivos monumentales y milenarios por doquier, hasta la haza de Rafael Molina a escasos 200 metros, donde podemos disfrutar de increibles ejemplares de olivos allí reunidos. Los olivos son de tal belleza como caprichosas son sus formas, verdaderas esculturas milenarias; tanto que el visitante pierde la noción del tiempo adivinando las formas a las que se asemejan como si de nubes en el cielo se trataran.
Cogemos el camino de terrizo ancho, dejando el haza de Rafael Molina a nuestra izquierda. En nuestro recorrido seguimos disfrutando de varias fincas con olivos centenarios, atravesando la zona conocida como Fuente del Piojo, hasta la depresión que origina la confluencia de tres arroyos: el arroyo del lobo, de la zorra y el arroyo seco, en el también cruce de caminos que nos conduce de nuevo hacia la Estación de Periana por el Camino del Río Seco, dejando Los Migueles a nuestra izquierda. En nuestra ascensión por el carril, la vista es diferente, pero no por eso menos bella. Dejamos las sierras a nuestra espalda y el valle de La Viñuela aparace claro a nuestra izquierda. Las jaras salpican ahora la escarpada ladera de la montaña en un ascenso de 1 kilómetro con 50 metros de pendiente.
En el ascenso por el Camino del Río Seco nos adentramos por nuevas fincas de olivos que salpican toda la falda de la montaña a derecha y a izquierda. Precismante vemos a la izquierda, montaña abajo, al fondo, las aldeas de Pollo Pelao, haciendo alusión a sus campos “pelaos” como un pollo cuando se le quita las plumas, y Las Mayoralas, aldea de casas rurales situada a la cola del pantano de la Viñuela.
El camino ahora fácil y llano que continúa a la Estación de Periana invita a la conversación con el repaso de todo lo que hemos visto en nuestro camino y a conocer un poco más sobre los olivos.
Aunque podemos encontrar diferentes variedades de aceitunas, la estrella es la variedad “Verdial de Vélez-Málaga”, autóctona de la comarca, única en el mundo y que viene a representar el 60% de la superficie dedicada al olivar en la Axarquía. Esta variedad se cultiva en la comarca de Vélez-Málaga y Centro-Sur de la provincia de Málaga, representando aproximadamente el 10% del total de hectáreas cultivadas de olivar en la provincia.
El verdial “es una variedad que se adapta a toda clase de terrenos, pero con la particularidad de que necesita de un microclima de temperaturas suaves y, en cierto sentido, necesita al menos presentir el mar. Este fenómeno puede observarse en el Puerto de Pulgarín (Alfarnatejo), donde en una distancia menor de 100 metros no prospera esta variedad”. En efecto, ahí y en las proximidades del Boquete de Zafarraya está el límite de esta variedad de olivo, plenamente autóctona.
El olivar antiguo se presenta en forma de masa arbórea boscosa, irregular, cubriendo las faldas de las sierras y las cuencas de los ríos. “Un inmenso acebuchal fue la base originaria de estos olivos centenarios. En la contemplación de las plantaciones observamos una geometría totalmente irregular: el verdial se expande allí existe un acebuche, injerto en espigueta in situ”.
En ese bosque llama la atención que gran parte del olivar es “milenario” encontrándose ejemplares monumentales que bien merecen un estudio, catalogación e inventariado para su puesta en valor.
Muchos de estos ejemplares superan los 3,5 metros de perímetro medidos a 1,3 metros de su base, puesto que cada metro de perímetro corresponde a una antigüedad de entre 200 y 240 años.
De estos olivos, es precisamente de donde se obtiene el Aceite El Milenario, la joya de la corona de Periana y de la Cooperativa San Isidro.
De ellos se recoge de forma separada una aceituna verde, pequeña y redonda, característica del verdial autóctono que conocieran antaño romanos y arabes afincados en esta zona como aseveran los restos hallados en la zona.
Los vestigios más antiguos se hallan en el Cerro de Capellanía. Este islote o península (en función del nivel de agua que lleve el pantano), conserva vestigios de una ocupación que se inicia en el Neolítico Medio y se prolonga hasta el siglo I d.C. Existen en su cima muros que conforman una estructura urbana compleja, de casas que se adosan a una calle central que transcurre en dirección noreste-suroeste del cerro. Tanto los edificios como la calle se corresponden con una ocupación romana de época imperial y otra más antigua de época republicana.
Volvemos sobre nuestros pasos y detrás dejamos la sierra y los olivos milenarios y monumentales para acabar nuestra ruta en el mismo lugar al que llega la aceituna, la almazara San Isidro, tras 8 kilómetros y medio de ruta.
La antigüedad de esta cooperativa data de los años 60. Hasta aquel entonces, en el municipio existían unos 18 molinos que se fusionaron hasta quedar 3 cooperativas sindicadas: San Isidro, Nuestra Señora del Pilar y Mondrón. Finalmente en los años 80 San Isidro y Nuestra Señora del Pilar se fusionaron en la que actualmente se conoce como Cooperativa San Isidro, en cuya fachada principal se puede ver la hornacina dedicada al Santo Patrón, y que comercializa su aceite como Aceite Verdial Periana.
Kommentare